




por Virginia Cernuda Alonso
Este fin de semana estuve en Arribes del Duero, en Villarino de los Aires. Era casi la hora de comer y estaba el tiempo desapacible. Aun así, frente a la Fuente Concejo, doña Isabel me estuvo contando cómo antiguamente iban, con el cántaro a la cadera, a recoger allí el agua. Me explicó que antaño, la mayor parte de las casas tenían su propio pozo, pero este agua se usaba solo para lavar y para el ganado. La de beber se cogía en las fuentes (aunque la de esta en concreto no era la mejor porque “era muy sosa y no cocía los garbanzos”). Por lo visto, cuando el agua escaseaba en verano, para controlar su consumo, el ayuntamiento entregaba una papeleta a los vecinos y el alguacil la rasgaba cada vez que las mujeres se llegaban a la fuente. “Si en una casa había cuatro: dos cántaros. Que había seis: tres cántaros”, completó la explicación otro arribeño.
Luego, doña Consuelo me contó recuerdos de la casa de sus padres y don Juan me habló de lo mucho que tenían que trabajar en las bodegas para preparar la vendimia.
Estarás conmigo en que uno de los elementos más ricos y vivos de nuestra cultura popular son los refranes. A mí me encantan, son tan auténticos como ingeniosos. Además, me fascina pensar en cuán larga será la cadena de gente que habrá cantado estas frases llenas de sabiduría. Abuelos, padres o maestros (del colegio y de la vida), nos las han pasado hasta hacerlas nuestras. Y siguen funcionando estupendamente: tú sueltas un refrán y siempre hay buen entendedor.
This function has been disabled for Blog sobre gestión cultural y desarrollo turístico.